
Una de las cosas que algún día habrá que agradecerle a esta Edad de Oro de las series de TV es que, por primera vez, los guionistas comienzan a eludir sistemáticamente los arquetipos de héroe de décadas pasadas: Ya sabes, ese hombre blanco duro pero bueno, con un corazoncito en alguna parte, que acababa sucumbiendo ante los encantos de la-chica-de-la-serie y que repartía mamporros a diestro y siniestro (sobre todo a siniestro) en nombre de Dios, la Decencia, la Policía y el Modo de Vida Americano.
Porque esta es la época de los hijos de puta.