A un libro de Stephen King uno siempre se aproxima con cierta sospecha. Su condición de autor popular, que ha desbordado las fronteras del género del terror, juega en su contra, y uno siempre va con cierta prevención a la hora de abrir uno de sus libros. Si encima se trata de la secuela de uno de sus libros más citados, pero menos leídos, las precauciones se extreman. Sin embargo, Doctor Sueño, la segunda parte treinta años después de El Resplandor, resulta una lectura de lo más entretenida y satisfactoria, digna secuela de una de sus historias más recordadas, y que, a mi parecer, ofrece algún que otro elemento interesante y novedoso.
Treinta años después de los hechos de El Resplandor, Dan Torrance ya no es aquel niño inocente que hablaba con su dedo y paseaba con su triciclo por los pasillos de un ominoso hotel de Colorado. Convertido en un cuarentón al que los fantasmas todavía le asaltan, no sólo los que habitaban el Overlook, también los del alcohol y las adicciones pasadas. Tras muchos años de tribulaciones, se acaba estableciendo en un pueblito de New Hampshire (que no es Maine, pero como si lo fuera), donde trabaja en un hospital para enfermos terminales en el que le conocen como Doctor Sueño. Pero pronto tendrá que volver a echar mano de sus poderes para defender a una joven adolescente que también tiene «el resplandor» del acoso de un grupo de vampiros psíquicos inmortales.
Estamos acostumbrados a leer en las historias del de Maine referencias cruzadas a otras novelas, o bien que tal relato suceda en el mismo pueblo que otro anterior. Sin embargo, saga de la Torre Oscura aparte, diría que esta es la primera vez en la que King nos ofrece una secuela directa de un libro anterior. Sin embargo, a pesar de que los espectros del Overlook y el clímax de la historia tenga lugar en Colorado, la novela camina por otros derroteros.
Nos encontramos ante otro tipo de historia; la amenaza en esta ocasión es más física, un grupo de pseudo vampiros que se alimentan de la energía de niños con el resplandor famoso. Esta amenaza, además, es algo diferente a la de otras novelas. Estamos acostumbrados que, en las novelas de King, el protagonista sea un hombre común que se enfrenta a un enemigo que le supera en poder y que va de victoria en victoria hasta la derrota final. No es así en esta ocasión. La gente del Nudo Verdadero tienen la guerra perdida de antemano, y lo sabemos. De esta manera, King nos hace partícipes de su desesperación y, a pesar de saber qué tipo de monstruos son, no se puede evitar sentir una pizca de pena por ellos.
Como siempre, King recoge el signo de los tiempos y los refleja en sus novelas, desde el 11 de septiembre de 2011 a la aparición de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Y una vez más, el peor de los demonios viene en forma de adicciones, ya sea al alcohol u otras sustancias, símbolo de la lucha del protagonista con sus poderes. Y reflejo de la lucha del propio King contra esos mismos monstruos.
En lo relativo a la gran duda, si hace falta haber leído El Resplandor o si basta con haber visto la película, King se muestra astuto. Sabe que muchos llegarán a Doctor Sueño por la vía cinematográfica y aprovecha la introducción para volver a mostrar su desagrado por la versión de Kubrick. Pero una vez metidos en harina se limita a indicar mediante pinceladas las cuatro diferencias clave entre celuloide y letra impresa.
Así pues, Stephen King continúa viviendo en un lugar curioso. No, no me refiero a esa Maine que tanto ha reflejado en sus novelas, esa tierra mítica en la que poco es lo que parece y en la que las pesadillas y los monstruos acecha detrás de cada sombra. Hablo más bien del lugar en el que habita en el mundo literario, mitad best seller, mitad literatura de género. Es por eso que muchas veces tanto para el público en general como para el más (ejem) especializado no pase de ser un placer culpable, alguien demasiado popular para el aficionado especializado y demasiado ligado al género para el lector ocasional de éxitos editoriales. Pero en el caso de este Doctor Sueño no hay nada que temer. Nos encontramos ante una buena historia, un protagonista bien perfilado (si bien en la parte de su lucha contra el alcohol suena a ya leído) y con sus buenos momentos de tensión y gore.