Age of Sigmar. Por Slaanesh no me sale nada.

Todos tenemos algún amigo de toda la vida que nos hace sentir un poco incómodos. Ese amigo con el que antes nos lo pasábamos tan bien y queríamos siempre estar pero que ahora sin saber exactamente el motivo preferimos poco a poco alejarlo de nuestra vida. «No eres tú, soy yo» pensaremos «Se nos acabó el amor de tanto usarlo» como decía la canción, pero sea como sea poco a poco nos iremos alejando de él hasta que un día al cruzarnos en la calle simplemente nos dirigiremos una mirada y una rápido saludo. Slaanesh, el Principe Negro del Caos, el Señor de los placeres, es ahora para Workshop ese amigo incómodo y aunque le ha invitado a su nueva fiesta de Age of Sigmar en realidad lo que le gustaría es que no viniera. Pero ¿Como hemos llegado a esta situación?

Age of Sigmar ha trastocado todo el universo de Warhammer Fantasy tal y como lo conociamos. El fin del mundo que nos trajo el Fin de los Tiempos ha servido para barrer de un plumazo todo el trasfondo anterior algo que ha molestado a muchos de los jugadores entre los que me incluyo, ya que para mi, una de las cosas que me mantenían enganchado a Warhammer era el mundo en el que se desarrollaba. Pero por mucho que a muchos de los jugadores nos atrallera ese mundo, es algo que no entra dentro del marco actual de Games Workshop.

Tal como todos hemos visto el Fin de los Tiempos acabó con la victoria del caos sobre los reinos mortales. La realidad desapareció y ahora nos encontramos en un futuro distante. En este futuro los supervivientes del antiguo mundo de Warhammer se encuentran desperdigados en diferentes planos de realidad conectados entre ellos a través de diferentes «puentes» por así decirlo. Ya nadie parece recordar la existencia de un mundo anterior a este y todo es parecido a los antiguos Reinos del Caos en los que los antiguos heroes que actuaron de receptáculos de los vientos de magia son ahora deidades que gobiernan a los descendientes de esa realidad olvidada.

En este mundo donde el Caos ha triunfado todo parecería indicar que los cuatro antiguos dioses ahora serían entidades todopoderosas y aunque así ha sido, uno de los antiguos grandes dioses no parece haber tenido tanta suerte. El antiguo dios del placer Slaanesh parece que no ha tenido tanta suerte como el resto de sus antiguos camaradas y ha desaparecido capturado y encarcelado por los elfos. Un triste destino para uno de los grandes dioses del caos que incluso con esta nueva edición ha perdido su antiguo símbolo y más cuando pensamos que su puesto ha sido ocupado por la rata cornuda y es que tal y como dijimos en un principio, todos tenemos algún amigo del que nos intentamos escaquear en determinados momentos.

Desde hace mucho tiempo Slaanesh se ha ido transformando en una deidad incomoda para la empresa de Nottingham. Según el tiempo ha avanzado y el juego ha ido sufriendo un proceso de infantilización el dios del placer ha sido algo que ha habido que ir arrinconando cada vez más. Slaanesh es el dios del placer, del caos y de la lujuria cuyos encantos resultan atractivos y seductores. Un dios de presencia andrógina y con un alto componente sexual que no es precisamente la imagen más apropiada cuando los padres decentes y recatados van en búsqueda de juguetes para sus hijos.

Si vemos la evolución tanto de las ilustraciones como de las miniaturas que han ido desarrollando los ilustradores y diseñadores se puede ver como poco a poco cada vez más han sufrido una tendencia hacia una postura más recatada. Excepto en las novelas que es donde se ha ido arrinconando el trasfondo más adulto y que es el que tenía una menor visibilidad. Quizás el mejor ejemplo y el más claro en el que se ha podido ver esta transformación son las famosas diablillas de Slaanesh.

Creo que las diablillas han sido la unidad donde mejor se ha representado el caracter de Slaanesh. Son unos demonios menores, crueles y vengativos, rápidas y letales de las que siempre he pensado que serían unas perfectas dominas BDSM. Su representación, siempre ha sido muy sexual y erótica en las imágenes muchas veces aparecían ataviadas con corpiños e incluso con alguno de sus pechos al aire mientras se rodeaban de un halo de muerte y destrucción. Sin lugar a dudas las miniaturas diseñadas por Juan Diaz marcaron el culmen de esta fusión entre erotismo y violencia con esas diablillas montadas en las que incluso se veían los pezones y es que hubo en momento queridos grumpies en los que Workshop esculpía pezones.

Desde aquel momento álgido las miniaturas se fueron haciendo más recatas y se fueron tapando sus cuerpos, sus rostros fueron haciéndose más y más bestiales no sea que a algunos adolescentes les diera por tocarse con sus miniaturas y los padres no las quisieran comprar así que poco a poco el dios del placer fue transformándose en el dios de los amigos incómodos.

Age of Sigmar simplemente ha servido para clavar este último clavo en el ataud del dios del placer con lo que seguramente sea el fin del universo adulto de Warhammer Fantasy. Aun nos queda Warhammer 40.000 puede que penséis algunos, pero creo que seguramente en un futuro esto también se acabe produciendo en universo del cuadragésimo primer milenio. Ya en el codex de Arlequines se vio que el dios que ríe tiene un plan para el gran enemigo así que no me extrañaría que ya se este gestando ese fin y es que esto es simplemente la crónica de una muerte anunciada.

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