Marte, el gran mito de la ciencia ficción (I): Introducción

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Marte, el planeta rojo. El vecino amenazador. El misterio al lado de casa. Durante siglos hemos visto a Marte como ese hermano mayor cuya colleja podría caer en cualquier momento, como un incómodo vecino de rellano galáctico capaz de liarla gorda e invadir nuestra casa a la menor ocasión. Nuestra eterna sospecha hacia Marte es la definición, elevada a la enésima potencia, de lo que significa ser humanos: la duda, la curiosidad y el miedo.

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La finísima atmósfera marciana, en una recreación a partir de fotos de la sonda Mars Odyssey
 

Una historia violenta
La historia de Marte comienza al mismo tiempo que la de la Tierra, hace unos 4.500 millones de años. Pero de alguna manera, la suya es mucho más violenta y terrible. Es como si un gigantesco dedo cósmico lo hubiera escogido para ser el que se lleva todas las hostias. Marte, por lo que sabemos, fue una vez un planeta parecido a la Tierra. Situado en la misma «zona intermedia», ligeramente más alejado del Sol que nosotros, contuvo agua líquida y muy probablemente vida. Lo de «muy probablemente» es cosa mía, cierto, pero las condiciones eran idóneas y el planeta rojo sufrió los mismos bombardeos de cometas y meteoritos, en la fase final de formación del Sistema Solar, que nosotros. Creemos que, con mucha probabilidad, las primeras moléculas orgánicas llegaron a la Tierra en esos pedruscos espaciales, así que ya tienes la ecuación completa.

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El impacto de un objeto celeste con Marte lo dejó sin protección magnética, casi sin atmósfera y con muy pocas probabilidades de albergar hombrecillos verdes.
 

Pero el destino de Marte estaba ya decidido de antemano: un gran objeto (un planetoide o alguna luna) impactó contra el planeta hermano hace 3.900 millones de años y cambió su fisionomía (y sus posibilidades de albergar vida) para siempre. Esto explicaría por qué presenta dos mitades tan diferenciadas en su aspecto exterior y por qué carece de escudos magnéticos eficaces como los de la Tierra. Y sin escudos magnéticos, muy poca vida puede prosperar: la corteza del planeta recibe radiación solar a tutiplén. Pero esto no significa que la historia de Marte acabe aquí. Porque es muy posible que Marte haya contenido vida, y hasta es posible que aún la contenga. ¿Has oído hablar de los extremófilos? Pues eso.

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Los esbozos de Schiaparelli. Todo parecido con la realidad es inexistente o casual
 

Nuestros fantasmas en Marte
Desde que Christiaan Huygens realizara en el siglo XVII las primeras observaciones serias de Marte, hemos tenido la idea, agazapada en algún rincón de nuestra cabeza, de que podría haber marcianos. Sin embargo, gran parte de la «marcianomanía» es culpa de una desafortunada traducción por parte de un astrónomo. En el siglo XIX, Giovanni Schiaparelli observó líneas de asombrosa regularidad en la superficie de Marte y las llamó canali. Lamentablemente, alguien no muy ducho en inglés las tradujo como canals (canales artificiales) en lugar de como channels (canales naturales). Esto desató una histeria colectiva en Occidente: ¿era probable que una civilización marciana hubiera creado esos canales para abastecerse de agua de los casquetes polares?

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Ilusión y realidad: de la pareidolia de la Viking 1 a la alta definición de la Mars Reconnaissance Orbiter
 

Como tantos otros rasgos de Marte, los canales resultaron ser una ilusión óptica, una fantasmagoría, más el espejo de nuestras esperanzas y miedos que otra cosa. Lo mismo sucedió con la famosa «cara de Marte», fotografiada por la Viking 1 en 1976 y en la que muchos quisieron ver un equivalente marciano de la Esfinge de Giza. Para cuando la NASA demostró que se trataba de otro efecto óptico (sumado a nuestra capacidad innata de ver rostros en todas partes, un rasgo evolutivo de supervivencia) era ya tarde y la mecha había prendido.

Marte tiene, en efecto, la cualidad extraña pero fascinante de reflejar lo más íntimo del ser humano, para bien y para mal. Algo que pocos escritores o pensadores han comprendido de modo tan perfecto como Ray Bradbury en sus maravillosas Crónicas marcianas:

Llegaron al canal. Era largo y recto y fresco, y reflejaba la noche.
-Siempre quise ver un marciano. – dijo Michael – ¿Dónde están, papá? Me lo prometiste.
-Ahí están – dijo papá, sentando a Michael en la orilla y señalando las aguas del canal.
Los marcianos estaban allí. Timothy se estremeció.
Los marcianos estaban allí, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert, y papá y mamá.
Los marcianos les devolvieron una larga mirada silenciosa desde el agua ondulada.

A lo largo de las próximas dos semanas os propondré un viaje. No sólo un viaje por Marte: un viaje por el ser humano a través de cómo ha visto y se ha visto reflejado en Marte. En la literatura, en el cine y en la televisión. Pero, sobre todo, en su íntima condición de ser pensante, de primate evolucionado, de ser único y solitario en su destino en este pequeño rincón insignificante del espacio. Nos vemos.

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¿Tatooine? No, una puesta de sol en Marte tomada por la cámara de un rover
 

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