Muy a menudo últimamente mis compañeros Grumpies me critican, no sin motivo, porque dicen que les entran ganas de leerse todos los libros que os presento, estimados lectores. No sé muy bien si es que les parece que sólo hablo de lo que me gusta o si es que creen que todo lo que leo me gusta. O a lo mejor, y creo que aquí está el meollo de la cuestión, se les acumula la faena y la pila de libros (real o virtual) crece y crece. Sin embargo, hoy no han de sufrir. Ni tu tampoco, estimado lector. Hoy toca comentar un libro que, si bien resultó entretenido en el momento de la lectura, no ha dejado excesiva huella. Hoy toca hablar de Boneshaker, de Cherie Priest.
Boneshaker era uno de esos libros que vas viendo en la sección de fantasía y ciencia ficción de tu librería favorita, que le echas un vistazo a la sinopsis, que te llama la atención, pero que nunca acabas de leerte. Aprovechando las pasadas vacaciones decidí que ya era el momento, y le di una oportunidad a ésta, la primera novela de su Clockwork Century.
El argumento es tentador, una especie de western steampunk postapocalíptico, con zombies y mad doctors. En la ciudad de Seattle, a principios de la Guerra Civil Americana, una prospección minera sale terriblemente mal, libera un gas venenoso y convierte el centro de la ciudad en un infierno y a sus habitantes en zombies. Años después, el adolescente hijo del responsable, presuntamente muerto, siente la necesidad de limpiar el nombre de su familia y entra en la ciudad, habitada por carroñeros, buscadores de tesoros y algún que otro científico loco de incierto pasado.
Protagonista femenina fuerte, secundarios con carisma, un escenario con personalidad, peligros, tiroteos, cliff-hangers, algún misterio que otro… ¿Qué falló para que no haya dejado huella en mi mente, y no me haya tentado a leer sus secuelas? En primer lugar, mencionar cierta fobia al arquetipo de personaje adolescente que, por sistema, siempre toma las decisiones equivocadas. El coprotagonista de la novela está cortado en este patrón y acaba resultando cansino cómo, haga lo que haga, siempre la acaba cagando más y más. Un recurso bastante visto y que puede sacar de sus casillas al lector más experimentado. Y en segundo, durante toda la novela se juega con cierto misterio, con cierta identidad de cierto personaje. Pero Cherie Priest no juega limpio, no duda en hacer trampas para alimentar el misterio, y cuando éste llega a su fin, me quedó una amarga sensación de timo. Así que cuando llegó el final del libro, desconecté y no me pregunté que le esperaba a la pareja protagonista a bordo de su dirigible.
No quiere decir todo esto que sea un mal libro, o una lectura aburrida. Abundan la acción, la tensión, las carreras y las incógnitas. Pero, quizá, peca de exceso de ambición, no me dio la sensación en ningún momento de encontrarme ante la obra maestra que el steampunk buscaba, tal y como ambicionaba su autora.
Me la compré hace unos meses y está en mi pila de pendientes…
Hola. Acabo de descubrir este blog y me parece de lo más interesante que he visto en mucho tiempo. Me gustaría aportar mi granito de arena seobre esta novela, aportando una opionión que ya dejé en otros foros en su día. Que sirva como aviso a navegantes.
Novela ganadora del Locus, finalista del Nebula y finalista al Hugo. El mundo se ha vuelto loco. O el loco soy yo.
Estafado es como empecé a sentirme una vez concluida la lectura de esta obrita. Algo que te venden en la solapa con rimbombantes palabras del estilo de «frenético, irresistible, una delicia de principio a fin…» autores como Cory Doctorow. Y yo no entiendo nada. Estamos ante 300 páginas que parecen 600, sosas, con personajes planos, una trama previsible y una prosa más simple que el mecanismo de un botijo. A medida que iba leyendo no podía quitarme de la cabeza que aquello parecía una novelita infantil, por lo simple que era todo: tramas, psiclogía de los personajes y estilo literario.
El resumen del argumento, os lo pego de internet:
Durante la guerra civil, el inventor Leviticus Blue creó un ingenio capaz de atravesar el hielo de Alaska, donde se rumoreaba que se había encontrado oro. Nació así la increíble máquina taladradora Boneshaker. Sin embargo, la Boneshaker no funcionó adecuadamente, y destruyó el centro de Seattle, provocando un estallido de gas venenoso que convirtió a quienes lo respiraban en muertos vivientes. Pasan dieciséis años, y un muro rodea la tóxica y devastada ciudad. Al otro lado vive la viuda Briar Wilkes, con una reputación arruinada y un hijo, Ezekiel. El joven se embarca en una cruzada secreta y su búsqueda lo llevará tras el muro, a una urbe repleta de voraces zombis, piratas aéreos, hampones y guerrilleros. Y solo Briar puede salvar a su hijo.
O sea, steampunk más zombis. 300 páginas. Te lo venden como algo frenético y el colmo de la diversión. Y te encuentras con la peripecia de una mujer (estereotipo de heroína en corsé) que se adentra en esa Seattle de pesadilla para rescatar a su hijo (al principio estereotipo de adolescente díscolo, a medida que avanza la trama sus motivaciones giran como una veleta dos o tres veces, según convenga). Dos o tres carreras contra los zombis (que no transmiten ni el más mínimo terror), alguna batalla de zepelines totalmente descafeinada, y, eso sí, toda la cacharrería steampunk de rigor por doquier. El texto está plagado de diálogos «de primero de escritor» con perlas del tipo «las mujeres tenemos que ayudarnos», pasajes narrativos que no salen del sujeto-verbo-predicado, descripciones repetitivas y simplonas, personajes que aparecen y desaparecen como conejos sacados de una chistera y situaciones forzadas y absurdas que la autora parece sacarse de la manga para que las cosas le cuadren. Por sacarse de la manga, ¡llega a sacarse hasta un terremoto! para justificar que la protagonista se vea obligada a viajar en zepelín y no a entrar en la ciudad bajo tierra. Otro ejemplo: a la autora no le cuadran los horarios para que un personaje llegue a cierto sitio cuando toca. No pasa nada, hace que se quede dormido de forma absurda y que se despierte cuando los horarios cuadren.
En fin, como veis ha sido una decepción absoluta. No es que esperara gran cosa, pero me dejé llevar en la compra por el cacareo de los premios y las mentiras de las solapas. Lo único que agradezco a esta lectura es que me ha dado ganas de releer las obras de Bas-Lag de Mieville, para volver a gozar de verdad con el mundo steampunk de un escritor de verdad.
Hola Ismael! Nos alegra que te guste el blog. Respecto a Boneshaker, lo peor de la decepción es la sensación de oportunidad perdida, porque en principio lo tiene todo para triunfar. Por ahí tengo Clementine, la primera secuela, a lo mehor algún día me animo.