Southern Gothic (III) Cine: sangre en los manglares (segunda parte)

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Tras haber establecido los parámetros mínimos de qué es el Southern Gothic y haber hablado de sus películas pioneras, y de las de terror, hablemos ahora de violencia, humor negro y ridiculeces, que todo ello abunda si se trata de Hollywood:

Violencia

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Deliverance (John Boorman, 1972). Ambientada en los bosques más remotos de Georgia, en el corazón del Profundo Sur estadounidense, esta terrorífica historia narra cómo un descenso en canoa por parte de cuatro amigos, empresarios de clase media-alta, se convierte en una lucha por la supervivencia cuando chocan con los habitantes del lugar. Aunque se pinta a los locales como paletos (y no falta la referencia a la endogamia en el niño del duelo de banjos, posiblemente la escena más famosa) Boorman tampoco deja en buen lugar a los chicos de ciudad, que tratan con condescendencia y aires de superioridad a los locales. Especial mención a las interpretaciones de John Voight y Ned Beatty. La película estuvo nominada a tres Óscars y varios Globos.

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Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012). Aunque Django… es un refrito de muchos géneros, entre ellos la exploitation que tanto adora Tarantino, tiene mucho de comedia, sobre todo en el tratamiento que da a los sureños racistas de las plantaciones y a su pobre intento de fundar lo que posteriormente se conocerá como Ku Klux Klan. Pero son lo grotesco de los personajes (incluida la endogámica familia de paletos) y cierto tratamiento del mal como reflejo de un tiempo y un lugar los que aconsejan echarle un vistazo. Eso y su violencia extrema, desde los latigazos a los tiroteos: desde Perros de paja, de Sam Peckinpah, nadie se había atrevido a estilizar tanto los efectos de una bala de Winchester en el torso de una víctima.

Humor

El Southern Gothic puede ser también el componente básico de una comedia. El problema es discernir cuándo esto es a propósito y cuándo es… de manera involuntaria. Veamos un ejemplo de cada clase:

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O, Brother! (Joel & Ethan Coen, 2000). Si hay una historia clásica en Occidente, es la Odisea de Homero. Si hay algo poco original en el cine, es intentar filmarla. Y sin embargo, los Hermanos Coen la ambientan en el Profundo Sur de la Depresión y hacen que Ulises sea Ulyssses Everett McGill, un simpático caradura que huye de la prisión estatal con sus amigos Pete y Delmar para regresar a su Penny y al millón de dólares que robó y enterró. De camino se encuentran con lo más granado del Sur: los estúpidos miembros del Ku Klux Klan, los políticos corruptos, un vendedor de Biblias, las sirenas de un culto evangélico e incluso un músico de Blues al que persigue el mismísimo Diablo para cobrarse su precio, un homenaje al gran Robert Johnson. De nuevo, una película que ver en idioma original y no perder detalle.

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Frogs, las ranas asesinas (George McCowan, 1972). Comencemos por aclarar que, en toda la película, las ranas no matan a nadie, aunque su director nos quiera hacer creer que dan órdenes telepáticas a los animales de los pantanos que rodean la mansión familiar de los Crockett, en Florida, para que lo hagan. Sigamos advirtiendo que las escenas de las ranas son tan malas que en ocasiones se ven las sombras de los cuidadores que las azuzan para que se muevan. Y es que, efectivamente, Frogs es espantosamente mala, tanto que quiere ser terror y acaba siendo comedia involuntaria. ¿Cómo, si no riendo (o fumado) aguantar la escena en que una joven es cubierta (hilo a hilo… lleva bastante tiempo, os lo aseguro) por telarañas… hasta «no poder moverse»? ¿Cómo aguantar las interpretaciones patéticas, entre histriónicas e histéricas, del reparto? Y, sobre todo, ¿cómo comprender la aparición en este engendro de Ray Milland haciendo de patriarca (vestido de blanco, of course) de una familia sureña mal avenida que prefiere al extranjero Pickett Smith (Sam Elliott, ¿cómo se te ocurrió?) que a su propio hijo? Sí, un tópico encima de otro tópico, encima de otro tópico… Y las ranas, sin matar a nadie. Desternillante, sin pretenderlo, que es aún más divertido, porque reconozcámoslo: nos gusta ser crueles.

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Por último, vale la pena hacer una reseña a Bajo el peso de la ley (Jim Jarmusch, 1986), en la que los reclusos Zack, Jack y Bob (geniales Tom Waits, John Lurie y Roberto Benigni) se adentran en los pantanos de Louisiana a fin de dar esquinazo a sus perseguidores. Pocas veces un blanco y negro ha capturado de modo tan extraordinario el ambiente del Bayou de Louisiana. Imprescindible desde ya.

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La semana que viene examinaremos el Southern Gothic en el mundo del cómic, posiblemente donde más (y, en ocasiones, mejor) ha brillado el género narrativo.

3 comentarios en “Southern Gothic (III) Cine: sangre en los manglares (segunda parte)

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