Ya hemos repasado de manera somera en qué consiste el género narrativo del Gótico Sureño y hemos visto algunas de sus expresiones más importantes en el cine y en el cómic. Queda, pues, el último gran medio de hoy en día, la televisión, que vive sus horas más gloriosas gracias al éxodo masivo de talentos hacia las series.

Hablando de series, el Sur de los EEUU siempre ha estado representado, de un modo u otro, en la producción televisiva estadounidense. Ya fuese de forma paródica (Los Dukes de Hazzard, por ejemplo) o histórica (Norte y Sur), no han faltado nunca referencias al complejo mundo que queda por debajo del cinturón bíblico. En cuanto al Southern Gothic, valga decir que está viviendo una gran época. Mirad, si no.
American Horror Story: Coven (2013) es la última adición no sólo a la saga de AHS (tras la primera y Asylum) sino al género. Sigue a pies juntillas muchos de los preceptos del Southern Gothic, porque el tópico vende y porque ¿para qué vamos a emplear Nueva Orleans si no ponemos vudú?

Sin embargo, en la serie se confunden, y es una pena, los rituales del voodoo tradicional (la religión sincrética entre el vodun africano y el catolicismo franco-español, equivalente a la santería afrocaribeña o al candomblé brasileño) con el hoodoo, que es una forma de brujería típica del lugar, que adopta ciertos elementos del vudú, pero también de la magia tradicional y de otras artes, digamos, relacionadas.

Más allá de eso, Coven es lo que uno espera de American Horror Story: imágenes perturbadoras, sexo extraño e inquietante y una sensación de irrealidad permanente. Es una pena que, seguramente presionados por los ejecutivos, los guionistas se quedaran tibios con respecto a muchos asuntos (el racismo, los tópicos sureños, el lesbianismo…) pero se deja ver con agrado, principalmente debido a Angela Bassett y Jessica Lange.

The Bridge (2013) es el remake estadounidense de la sueco-danesa Bron. Parad. Ya sé qué pensáis. Otra cagada de adaptación yanqui. Pues no. La serie estadounidense es mucho más que digna, está excelentemente interpretada, cuenta con una atmósfera de pesadilla digna de David Lynch y el gran acierto de situar la acción a caballo entre Juárez y El Paso, con los asesinatos de las maquiladoras de fondo (y denuncia).

Es ese otro Profundo Sur, el de los desiertos en los que los inmigrantes se dejan la vida, el del sol abrasador y el olor a miseria en la calle. La primera temporada (la única estrenada hasta el momento) es extraordinaria, sobre todo por la interpretación del dúo protagonista formado por la alemana Diane Kruger y el mexicano Damián Bichir.

True Blood (2008) lleva siete temporadas en antena, con todo lo que eso implica. Me explico: aunque nunca he sido fan de la serie, reconozco que al principio tenía su gracia. En un mundo en el que los vampiros habían salido del armario y formaban parte de la vida cotidiana se podían hacer muchas reflexiones acerca de la naturaleza humana, el racismo, el odio, la discriminación, etc. Y en los primeros episodios se hizo.

Eso fue antes de que la serie se convirtiera en un culebrón a lo Santa Bárbara pero con sexo y sangre, violencia y… más sexo. Aun así, y a pesar de que, como dijo una amiga, «entre todos los personajes no completan un cerebro», puede ser divertida y tiene momentos hilarantes. Nada mal para la adaptación de unos libritos más bien cursis del género romántico sobrenatural.

True Detective (2014) es una de las agradables sorpresas del año. En su primera temporada (autoconclusiva) los protagonistas son Martin Hart y Rusty Cohle, dos policías de la División de Investigaciones Criminales de Louisiana, que se enfrentan, a lo largo de diecisiete años y numerosas trabas, a un caso que parece claramente la obra de un asesino en serie, y, de paso, a otros crímenes relacionados, ligados a influencias del hoodoo y de una secta evangélica.

La gracia de la serie radica en los dos personajes: el conservador y familiar Hart (extraordinario Woody Harrelson, para un servidor lo mejor de la serie) y el nihilista y pesimista Cohle (una interpretación inquietante de Matthew McConaughey), así como en su relación personal, llena de claroscuros y problemas.
La serie ofrece pistas no sólo del asesinato sino, para quien quiera completar el puzle, de las frecuentes alusiones metafísicas de Cohle, que van desde Emile Cioran a Thomas Ligotti, pasando por Jim Crawford, Ray Brassier o Eugene Thacker.
Para despedir ya el género, os dejo con algunas joyitas musicales en las que se respira el olor a pantano, la presencia del Maligno (o del Rey Amarillo) y el alcohol casi a partes iguales. Espero que hayáis disfrutado del viaje tanto como yo, y recordad que con algunas cosas no se juega…
Sin ser repelente… Rust Cohle, no Rusty. 🙂
Bueno, Hart se refiere a él varias veces como Rusty. Aunque nunca se lo dice a él.
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