No es demasiado habitual encontrar un cómic de superhéroes en el que la reivindicación ecologista sea el tema principal. Tampoco lo es encontrar un cómic en el que los funny animals sirvan para algo más que para el humor. Quizá es porque hace falta un talento superior para escribir una historia con ambos elementos y que no rechine la cosa. Un talento como el de Alan Moore, por ejemplo.
Después de la legendaria Lección de Anatomía, que redefinía completamente a la Cosa del Pantano, y de unas primeras historias largas que demostraban que el de Northampton iba más por el terror postmoderno al estilo de Clive Barker que por los sustos más clásicos que habían sido la tónica habitual de la colección hasta entonces, Moore se sintió lo bastante seguro en la colección como para escribir una historia que nadie se esperaba.
El numero 32, con fecha enero de 1985, de la serie del hombre-planta de DC, cuando el Barbas llevaba apenas un año en la serie, llevaba el título de Pog. En ella, la Cosa del Pantano deviene secundario en su propia serie, ya que los protagonistas del episodio son un homenaje nada velado a Pogo, una tira diaria publicada entre finales de los 40 y mediados de los 70 obra de Walt Kelly, protagonizada por animales antropomórficos. De ella toma Moore el elenco protagonista de la historia, el peculiar lenguaje (en el original, un peculiar dialecto sureño) y la carga crítica. Pero lo que en el original es humos satírico y corrosivo, bajo la pluma de Moore se transforma en triste añoranza.
Y es que en su aparición en la Cosa del Pantano, éstos no son los tranquilos habitantes de una charca pantanosa de un indefinido Sur, sino unos cosmonautas exiliados en busca del paraíso perdido, donde los animales puedan escapar de la explotación de los crueles simios y donde vuelvan a vivir en paz y armonía. Tal paraíso no lo encuentran en nuestro planeta, demasiado parecido al suyo… Para mal. Y tras la decepción, la amargura de la pérdida y el viaje que continúa.
Un aire de tristeza y añoranza impregna toda la historia. No sólo por la odisea de los exiliados, lo que perdieron y los que buscan, si es que alguna vez lo llegan a encontrar. También lo es por el aroma a final de la inocencia infantil, al encontrarnos a los funny animals de toda la vida en una ambientación más real y trágica. Al final, al lector sólo le queda una brizna de esperanza, que acaben llegando a su destino, que ojalá encuentren a su Dama.
Te falto mencionar la cantidad de sentimientos que transmite como obra