
Si hubo un medio que marcó definitivamente la infancia de la Generación X, fue la tele. Por eso cuando se escriben libros o se hacen retrospectivas de esa generación, salen de inmediato iconos como Espinete, Magnum P. I., V o El Equipo A.
La ciencia ficción y la Fantasy tuvieron en la caja tonta un aliado fenomenal, principalmente por el menor coste de producción de una serie, comparada con una película, y debido a un axioma clásico de los 90: sólo existe un género (sit-com) disfrazado de lo que sea.
A la hora de hablar de series de TV de los años 80 hay que entender que, por aquella época, la televisión no era como hoy en día: los estrenos llegaban con años de retraso y lo habitual eran las reposiciones, que eran una manera barata de ocupar tiempo de emisión. Sólo así se entiende que uno de mis primeros recuerdos de tele de Ciencia-Ficción fuese El hombre de los seis millones de dólares, una serie que se estrenó en EEUU el año en que nací yo, 1973. Con una vida relativamente larga (duró hasta 1978), la serie contaba las aventuras del ex astronauta y piloto Steve Austin (Lee Majors), al que debido a un accidente implantaban piernas, brazo derecho y ojo izquierdo biónicos.

El resultado era un superhéroe capaz de proezas físicas increíbles, y que trabajaba para la agencia federal de turno persiguiendo y derrotando a malvados, pérfidos y antiamericanos por igual. La serie, basada en el libro Cyborg, de Martin Caidin, tuvo un spin-off en La mujer biónica, con Lindsey Wagner interpretando a Jaime Sommers. Ambas series se hicieron famosas por sus escenas a cámara lenta (una manera barata de representar algo que, en su día, y sin CGI, era casi imposible en TV) y un sonido particular (un delay, para ser exactos) cada vez que uno de los héroes recurría a su cuerpo biónico. Como curiosidad, una Lindsey Wagner madura aparece en mi adorada Warehouse 13, y el sonido de su móvil, cuando la llaman… es ese nostálgico delay.

En 1977 se estrenó El hombre de la Atlántida, una interesante serie que sólo duró un año (13 episodios) pero que lanzó a la fama a Patrick Duffy, que unos años más tarde sería el beatífico Bobby en el culebrón Dallas. En esta serie interpretaba a un hombre hallado a la deriva, amnésico, que resultaba tener poderes especialmente indicados para la vida en el mar: podía respirar bajo el agua gracias a agallas, soportaba tremendas presiones, se comunicaba con sonar con especies marinas, poseía una fuerza extraordinaria… Y cuando se mojaba le salían membranas entre los dedos. Nadaba ondulándose (un estilo llamado dolphin kick) y trabajaba para la arquetípica agencia gubernamental, a bordo del submarino Cetacean.

En 1981 se estrenó en Inglaterra Dentro del laberinto (nada que ver con la película protagonizada por Jennifer Connelly), una serie de Sci-Fi al más puro estilo británico: decorados de cartón piedra, actores magníficos y grandes guiones. La serie narraba las aventuras de tres niños que, acompañados por el brujo bueno Rothgo (Ron Moody) buscaban el Nidus, una poderosa arma mística para derrotar a la malvada bruja Belor (Paula Salem).

La serie tuvo éxito por varias razones: contenía los primeros efectos especiales de vídeo de la época, unos guiones educativos (los protagonistas viajaban por diferentes episodios históricos mundiales)… y porque era de lo poco que había en la época.
Entre 1982 y 1983 se emitió una pequeña joya de Donald P. Bellisario que surgió a la sombra de las películas de Indiana Jones. El nombre era Cuentos del Mono de Oro, y narraba la historia del ex piloto de combate Jake Cutter (Stephen Collins) y su perro tuerto Jack (Leo), que se ganan la vida en su hidroavión de transporte Cutter’s Goose en las ficticias Islas Marivella, en el Pacífico, en 1938.

La serie era una mezcla de espionaje, humor, aventuras y mística, con episodios trepidantes y guiones excelentes en los que cabía la Yakuza, el III Reich, mitos polinesios y batallas aéreas. Lamentablemente, la cancelaron antes de tiempo, y las presiones de miles de fans no sirvieron de nada.

En 1986 se emitió en España La isla de los fugitivos (1984 – 1985), una coproducción entre España y Australia que contaba la historia de los hermanos Jaimie y Jemma McLeod a principios del siglo XIX. Acompañados de dos niños de la calle, los hermanitos debían sobrevivir en la Isla de los Fugitivos tras la muerte de su padre, y huir del malvado capitán Corkle, que se quiere quedar con su herencia familiar. Pero cuentan con la ayuda de un grupo de bandoleros, piratas y fueras de la ley entre los que destacaba el capitán Piñero (Sancho Gracia).

Acabaremos nuestro recorrido con una auténtica joya, una serie visionaria, un primer alarido de un género que tardaría aún unos años en regresar a la televisión con fuerza, el cyberpunk. La serie se llamaba Max Headroom, estaba producida por Channel 4 y su episodio piloto se emitió en 1985, aunque no sería hasta 1987 que se emitiera la serie, que refundía el piloto y lo ampliaba. La serie tenía un presupuesto bastante exiguo, y aun así fue una auténtica maravilla.

Ambientada en un futuro distópico y postindustrial, narra la historia de Edison Carter (Matt Frewer) un reportero del Canal 23 que sufre un accidente de moto cuando las últimas víctimas de su manía de descubrir corruptelas deciden ajustar cuentas. Su colega Bryce Lynch, un joven hacker, consigue subir una copia de la mente de Carter a la Red, y da lugar al personaje animado Max Headroom, tan irreverente como Carter, pero, además, ubicuo.
Es un gran momento para buscar Max Headroom y echarle un vistazo, ni que sea para comprobar lo adelantada que estaba a su tiempo. De ella hablaremos más a fondo en un especial cyberpunk que se está gestando. Pero me parece un broche estupendo para cerrar esta serie de posts que han jugado rastreramente con vuestra nostalgia (y con la mía) y una recomendación que yo de vosotros seguiría.
Increíble trabajo y buena selección, que recuerdos XD
Os propongo otra serie de casi finales de los 80, que para mi, es de las mejores que se hicieron, por presupuesto y por el encanto en si de la serie, The Storyteller, El Cuentacuentos.
Salut y gran trabajo 😉
¡Madre mía, El Centacuentos! ¡Qué buena era! Muchas gracias por el consejo, a ver si encuentra pronto su lugar en Cryong Grumpies!