
Si hubo un medio que marcó definitivamente la infancia de la Generación X, fue la tele. Por eso cuando se escriben libros o se hacen retrospectivas de esa generación, salen de inmediato iconos como Espinete, Magnum P. I., V o El Equipo A.
Si hubo un medio que marcó definitivamente la infancia de la Generación X, fue la tele. Por eso cuando se escriben libros o se hacen retrospectivas de esa generación, salen de inmediato iconos como Espinete, Magnum P. I., V o El Equipo A.
El género fantástico (o, para ser más exactos, el de espada y brujería) de los años 80 estuvo dominado por dos ejes fundamentales: el estreno de Conan el Bárbaro (John Milius, 1982) y los diversos largometrajes de animación de Jim Henson. A Milius ya le dedicamos en su día un post completito, y es evidente que Henson se merece uno para sí en el futuro.
Comencemos aceptando un axioma con el que, creo, muy pocos estaréis en desacuerdo: si hubo cine de ciencia ficción en los años 80, fue gracias a La guerra de las galaxias. En realidad, el impacto de la película de George Lucas fue uno de los últimos fenómenos masivos de un mundo menos fraccionado que el actual, a la escala, quizá, de Elvis Presley, Sofía Loren o el punk.