
El género fantástico (o, para ser más exactos, el de espada y brujería) de los años 80 estuvo dominado por dos ejes fundamentales: el estreno de Conan el Bárbaro (John Milius, 1982) y los diversos largometrajes de animación de Jim Henson. A Milius ya le dedicamos en su día un post completito, y es evidente que Henson se merece uno para sí en el futuro.
Pero mientras tanto, podemos hacer un repaso a algunos títulos menores del género durante la maravillosa década del pelo cardado y las hombreras. Veremos que, con mayor o menor fortuna, el de la espada y la brujería es un género que nunca ha dependido de un gran presupuesto para divertir al personal palomitero.

Te juro que dejé las llaves por aquí, que no iba tan pedo…
Por orden cronológico, debemos comenzar por El señor de las bestias (Don Coscarelli, 1982). Es importante porque esta película se estrenó el mismo año que Conan el Bárbaro de Milius, y es una de las pocas, por tanto, que no siguió su estela en el sub-sub-género de «héroe cachas de un mundo olvidado».

Si veis una lagarta vestida de rojo ¡corred que os come!
El señor de las bestias era una de esas pelis que encantaban a nuestros profes, y nos la ponían cada seis meses, aproximadamente, en primaria. No parecía importarles que viéramos a Marc Singer decapitando peña a golpe de espada, ni a unas criaturas como pterodáctilos consumir a sus presas hasta dejar sólo huesos, ni ver salir en bolas a la preciosa Tanya Roberts de un lago. En realidad, creo que les gustaba porque era relativamente larga y se podían echar una siesta sabiendo que estábamos pillados. Lo mejor de la peli, por eso, eran los dos hurones (Kodo y Podo). El argumento era lo de menos.

Por ahí viene ese gañanazo… me voy a hacer la distraída…
Un año después se estrenaba Krull (Peter Yates, 1983), una auténtica rareza que demuestra que incluso en un nicho tan manoseado y desnaturalizado de vez en cuando surgían ideas nuevas. En Krull tenemos todo lo de siempre: un héroe joven blanco y guapo, amigos fieles hasta la muerte, monstruos muy malos y una princesa preciosísima incapaz de liberarse de una prisión terrible. Pero, digámoslo de otra manera: todo esto está puesto de una manera novedosa, original.

Armas raras, salvar princesas, ir de caballero… te digo que no me verás en un papel así, tío…
El terrible monstruo, conocido como «La Bestia», vive en una fortaleza que se materializa en un lugar diferente en cada ocasión. Además, sólo la puede derrotar quien empuñe un arma legendaria, el Glaive. En fin, como es obvio, el príncipe Colwyn (Ken Marshall) se hará con el legendario Glaive y derrotará a la Bestia, rescatando a la princesa Lyssa (Lyssette Anthony) con ayuda de sus amigos, entre ellos un jovencísimo Liam Neeson.

Tanya Roberts y el león, un duelo interpretativo de primer orden
En 1984 se estrenaría Sheena, reina de la selva, en la que Tanya Roberts volvería a explotar su portentoso físico (y unas dotes interpretativas deleznables) para dar vida a la heroína de los cómics de los años 30. Sheena ya había sido interpretada, entre 1955 y 1956, por la actriz Irish McCalla, una de las modelos originales del mítico Alberto Vargas, con mucha más clase, un físico más explosivo, un aire mucho más salvaje y dotes interpretativas igual de nefastas. Como curiosidad, el legendario tema de los Ramones, Sheena is a Punk Rocker, estaba inspirado en la serie de los 50.
En esta nueva versión de los 80, sin embargo, y como la competencia en el género comenzaba a ser despiadada, enseñar cacha no era suficiente y le proporcionaron a la heroína poderes telepáticos para relacionarse con sus aliados animales Chango (el elefante), Marika (la cebra) y Tiki, el chimpancé.

El resto de la historia podría ser un argumento de El Equipo A, con un príncipe corrupto, minas de titanio, una heroína dispuesta a luchar y un periodista que (¡oh, sorpresa!) se enamora de ella. El filme fue un fracaso absoluto y estuvo nominado a los Razzies a la peor película, peor actriz, peor director y no sé si había más premios por dar.

España no se libraría de esta manía por los castillos, las princesas y las espadas, aunque hay que reconocer, en beneficio de Fernando Colomo, que su filme El caballero del dragón (1985) mezclaba hábilmente el género con la ciencia ficción. Protagonizada por dos pesos pesados de la interpretación, Klaus Kinski y Harvey Keitel, flanqueados por pesos pesados de la escena nacional (Fernando Rey, Josep Maria Pou) la película da un giro original al viejo argumento: el caballero Klever (Keitel) debe rescatar a la princesa Alba (María Lamor) de las garras del consabido dragón… pero éste resulta ser una nave espacial. Y la princesa Alba, además, acaba enamorándose de su particular astronauta, Ix (Miguel Bosé).

¿Dragón o alien? ¿Bosé o Bowie? ¿Ix o Aladdin? Siempre con dudas existenciales.
Hay que reconocer que el filme, para lo exiguo de su presupuesto, se defiende. La historia es original, los efectos son creíbles para la época y, sobre todo, las interpretaciones no chirrían. Mención aparte merecen la fotografía de José Luis Alcaine y los diseños de Alfonso Azpiri, Javier Artiñano y del propio Colomo para la nave y el traje del alienígena. ¿El problema? Pues… que era aburrida hasta decir basta.

En cualquier caso, en 1985 las semillas estaban ya sembradas para que el género madurase y gozase de mejores interpretaciones y presupuestos. Pronto los espectadores podríamos ver joyas de primera categoría del género como Legend(Ridley Scott, 1985) y Lady Halcón (R. Donner, 1985), historias más violentas y oscuras como Los inmortales (Russell Mulcahy, 1986) o diversiones autorreferentes (y con un gran sentido de la parodia) como Willow (Ron Howard, 1988) o La princesa prometida (Rob Reiner, 1987).

Sin duda alguna, el mejor combate de esgrima de la historia del Séptimo Arte.
Las espadas, princesas y brujas habían salido del mohoso armario de la serie B y comenzaban su camino hacia el cine para todos los públicos. Pero de eso hablarán otros. Nuestro viaje por la serie B de la Generación X acabará en la próxima entrega, con nuestras series de TV. Y creedme, habrá sorpresas.
Una gran entrada, soy muy fan de estas pelis y aun a dia de hoy me gustan y me emocionan, era otra forma de hacer las cosas. Me faltan un par de pelis, que no he visto en este gran resumen, Dentro del Laberinto y Cristal Oscuro, son de fantasia heroica, como Legen. XD
Un saludo!!!
Muchas gracias! Sí, era un modo más artesanal y más «humnano» de hacer cine fantástico. Sobre Cristal Oscuro y Laberinto hablaremos pronto en un especial Jim Henson!
A la espera ansiosa de la próxima entrega.
¡Gracias! Intentaremos que sea pronto!
La pelea entre Iñigo Montoña y el Capitan Rogers es la mejor pelea de esgrima… a no ser que sepas algo de esgrima 😛
Por cierto: me parece MUY triste que Iñigo, siendo español, únicamente mencione a maestros ITALIANOS!!! ¿Dónde está Carranza? ¿Pacheco? ¿Rada?
Jajajaja, ¡muy buena! Y es cierto que la escuela española era grandiosa, muy bien visto!
Muy bueno! yo tuve la suerte de escuchar a Félix Murcia, director de arte de El caballero del dragón, contar la odisea que fue construir los decorados con un ínfimo presupuesto y cómo tuvieron que ir improvisando mientras iban rodando.
Se le echaba de menos por aquí, jovencito.
Eso es un privilegio! Esa película destacaba sobre todo en dirección de arte, diseño de vestuario y fotografía, y creo que fue uno de los intentos más serios y adelantados a su tiempo, por parte del cine español, de hacer buen fantástico/Sci-Fi.
Y como siempre, se agradecen sus piropos, jovencita 😉
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