Tengo una historia de amor-odio con SyFy (el antiguo SciFi Channel). De amor porque hicieron series muy chulas (Battlestar Galactica, Farscape, Stargate SG-1, Firefly o o mi adorada Almacén 13) pero también de odio porque, francamente, últimamente no daban pie con bola y sus series eran aburridas, que es lo peor que se puede decir del género. O sencillamente infumables, como Smallville. Todo esto ha comenzado a cambiar con The Expanse.

 
Remember the Cant

The Expanse es, posiblemente, lo mejor que vais a poder ver en TV de ciencia ficción en los próximos meses (esperemos que años). Tanto por la calidad de la historia como por una excelente caracterización de los personajes, por una puesta en escena sin fisuras y por seguir a rajatabla conceptos científicos que la sitúan en el lado de la SciFi «dura».

 
¿Dónde está Julie Mao?

Dentro de doscientos años, los humanos han colonizado el Sistema Solar. La Tierra vive su dominio interplanetario bajo la bandera de las Naciones Unidas; Marte se ha convertido en un sistema independiente muy militarizado y ambos planetas, más miles de colonias en planetoides y asteroides, dependen del tráfico de agua que se extrae en forma de hielo de cometas y se depura en lugares como Ceres, una colonia de procesamiento.

 
La ONU se ha quitado la máscara

Con este telón de fondo de guerra fría, un movimiento político reclama mayores derechos (y la independencia de facto) para los habitantes del Cinturón («belters», en inglés, «cinturinos» en castellano). Se trata de la OPA, a la que se ve como (alternativamente) una amenaza política, unos revoltosos molestos, unos peligrosos terroristas o unos ingenuos indefensos.

 
La Cant, en pleno trabajo cometario

La historia trabaja, en esta primera temporada, a tres niveles. Por una parte tenemos al Canterbury, un viejo carguero de hielo que cubre la ruta del agua hacia Ceres con fragmentos de hielo cometario. En el Cant, el primer oficial Jim Holden recibe una transmisión de SOS procedente de la nave Scopuli. Con la ingeniera Naomi Nagata, el mecánico Amos Burton, el piloto Alex Kamal y el médico Shed Garvey, Holden recibe la orden de acudir en un transbordador y averiguar si se trata realmente de un SOS o es una estratagema de piratas para atraerlos. Como no podía ser de otra manera, todo sale terriblemente mal.

 
Infantería marciana en formación de ataque

Mientras tanto, en Ceres, el policía Miller recibe el encargo extraoficial de buscar a Julie Mao, hija de un poderoso magnate de la Luna. Julie se ha mezclado con elementos radicales de la OPA, y la búsqueda de Miller le deparará no pocas sorpresas… la mayoría, desagradables. La tercera línea argumental nos muestra a Chrisjen Avarasala, ejecutiva de la ONU, una persona turbia y de moral ambigua, que intenta averiguar qué ha ocurrido con el Canterbury y por qué, de un día para el otro, el Sistema Solar se encuentra al borde de una guerra a gran escala.

 
Miller, un detective a lo Sam Spade, en Ceres

La serie tiene referentes conocidos, pero los conjuga estupendamente: la parte de Miller en Ceres es cyberpunk clásico al estilo Blade Runner, mientras que las de Holden y sus compañeros del Cant puede recordarnos más a Battlestar Galactica o, en algunos aspectos, a Farscape. Es, sin embargo, en la línea argumental de la política Avarasala donde la serie brilla especialmente, puesto que ofrece tantas respuestas como nuevos interrogantes abre, y en ciertos momentos puede recordar lo mejorcito de Juego de Tronos (es decir, no tetas y sangre, sino política e intriga).

 
La serie sigue el misterio de la Scopuli

Hay detalles que elevan la serie a un nivel de solvencia al que estamos poco acostumbrados: la presencia de los mormones, que han financiado la construcción de una enorme nave madre con la que buscar en el espacio exterior la Tierra Prometida; las disputas sindicales entre los obreros que la construyen y la Iglesia de Mormón aportan un interesante contraste con los insuficientes seguros médicos del personal del Cant o las reivindicaciones de un sindicato de estibadores casi todopoderoso y en manos de la OPA.

 
Así se bebe en gravedad artificial

Una delicada insistencia en aspectos formales de la ciencia hace que el público comprenda mejor determinados rasgos de este universo: la manera especial en que se ha de verter un whisky en Ceres, debido a la rotación inducida que proporciona gravedad artificial; el modo en que la gravedad terrestre castiga a los nacidos en Ceres o Marte, con un sistema óseo más débil, o el modo en que los sobornos a policías para que hagan la vista gorda con los filtros de aire defectuosos afecta a la salud de los cereanos son ejemplos magníficos. La serie combina este rigor con imágenes de belleza arrebatadora (sobre todo en el espacio exterior) y un aire melancólico que se cuela por los resquicios, así como un homenaje muy logrado al Quijote de Cervantes.

 
La serie conjuga ciencia ficción dura con imágenes bellísimas

En resumen, y para no marear la perdiz: hay que mirar The Expanse. Es una serie de ciencia ficción que, por una vez, toma al espectador como un ser adulto e inteligente, que no defrauda, que engancha por su ritmo, por excelentes interpretaciones y por un argumento sólido y sin fisuras, basado en las novelas de James S. A. Corey (Leviathan Wakes, Caliban’s War, Abbadon’s Gate, Cibola Burn, Nemesis Games y Babylon’s Ashes). El propio George R. R. Martin se ha deshecho en elogios a la serie, y no seré yo quien lo contradiga.