Un virus informático que es capaz de reescribir el ADN humano, un hacker que trabaja como repartidor de pizza, una sociedad anarcocapitalista donde la Mafia Italiana es una franquicia respetada y los estados simplemente algo nominal, antiguos dioses sumerios y un villano motorista que lleva una bomba atómica a modo de seguro de vida en su sidecar. Todo eso y mucho más es el cóctel que Neal Stephenson propuso en su tercera novela, Snow Crash.