Piratas: un paseo por la plancha

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Más allá de las idealizadas versiones de Hollywood de los años 50 y de las paródicas películas de la Disney con Johnny Depp al frente, el mundo del filibusterismo es una mina inagotable de anécdotas, historias sin contar y verdades poco conocidas. Hoy nos sumergimos en el violento mundo de los piratas para descubrir que es un mar mucho más amplio de lo que creíamos.

Hay tres tipos de hombres: los vivos, los muertos y los hombres del mar.
Proverbio griego

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Los romanos ya practicaban el violento deporte del pillaje en alta mar
 

1- El oficio más antiguo del mundo
Puede que mucha gente se extrañe al oír esto, pero es muy posible que la piratería preceda a la prostitución como oficio más antiguo del mundo. En realidad, la prostitución tal y como la conocemos hoy en día (sexo a cambio de dinero) no comienza a extenderse hasta la llegada del patriarcado (que es la razón por la que la palabra «puta» se conciba como un insulto). Hasta entonces, lo más parecido era cierto tipo de sexo sagrado que se practicaba en templos, oficiado dentro de rituales específicos y cuyas protagonistas (huríes, hetairas, etc.) tenían un estatus social alto. Sin embargo, ya por esa época (pensemos en el momento en que Babilonia comienza a despuntar como potencia regional, hacia el siglo VII a.C.) se daban numerosos casos de piratería, muy notablemente en el Mediterráneo, el Golfo Pérsico (que llegó a ser apodado «la Costa de los Piratas») y el mar de China Meridional.

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Los piratas berberiscos sembraron el terror por el Mediterráneo
 

2- Hay muchos más mares que los mares del Caribe.
Concretamente… todos los demás. Allá donde ha habido navegación ha habido piratería. Algunos de los mares más peligrosos de la historia para navegar fueron los de China, el Mediterráneo, víctima de los piratas de la Berbería, y la franja costera del Mar del Norte hasta el Cantábrico, azotados por los vikingos. El Océano Atlántico se convirtió en foco de piratería masiva un poco más tarde, a partir del tráfico de oro y plata español desde América, pero los niveles de organización y violencia empleados, en gran parte debidos a los avances tecnológicos en navegación y armamento, pronto lo situaron a la cabeza de la lista.

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Los Pueblos del Mar pusieron en jaque al imperio egipcio… y acabaron con el hitita
 

3- La piratería ha cambiado la historia nacional y genética de civilizaciones.
El Egipto de las dinastías XIX y XX sufrió especialmente el acoso de los «Pueblos del Mar», especializados en saqueos desde las costas. Ciertos estudios culpan a estos pueblos de las caídas de la civilización micénica y del imperio hitita, aunque sin duda la acción más espectacular tuvo lugar contra el Imperio Egicio: Ramsés III perdería todas sus posesiones en Asia para poderse defender, y hubo de emplear a todos sus hombres. Además, se sabe que la piratería fue un factor de cambio genético allá donde fue intensiva: las costas inglesas, normandas y bretonas quedaron marcadas por el ADN vikingo, de igual manera que el sur de Italia por el sarraceno y el Egipcio, en su día, por el de la confederación de los Pueblos del Mar, que se fundió con la raza nilótica.

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Isla de Tortuga, donde tenía su base la Cofradía de Hermanos de la Costa
 

4- La piratería acogió el primer experimento de una sociedad democrática y libertaria.
Esto no te lo explican en el cole: con el nombre (no del todo oficial) de Cofradía de los Hermanos de la Costa se gestó una sociedad alternativa, de apátridas, bajo el lema «Ni Patria, ni Dios, ni Rey» en las costas del Caribe. Su base de operaciones estaba en la Isla de Tortuga, al norte de la Española, y duró poco más de medio siglo. Los bucaneros y filibusteros allí presentes fueron los primeros occidentales en votar democráticamente a sus representantes, a sus capitanes y a sus objetivos; en oponerse enérgicamente al esclavismo y en enarbolar una bandera común que haría temblar a los estados imperiales de la época. Harían falta más de tres siglos hasta que eso volviese a ocurrir.

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Abordajes y combates: el pan de cada día durante Edad Dorada de la piratería
 

5- Michel de Grammont: un pirata diferente.
En un mundo de violencia, con saqueos y combates continuos y escasa presencia médica, la vida solía ser bastante breve. El de Michel de Grammont es, por ello mismo, un caso extraordinario. De origen noble, mató a su propio hermano en un acto de celos con sólo 14 años. Exculpado por la propia víctima y su mujer, es castigado a ingresar en la Marina francesa para domar su carácter irascible. Aquí comienza su verdadera carrera: De Gramont no tarda en hartarse de las miserables, durísimas condiciones de vida en la Marina y antes de que nadie pueda impedirlo, escapa a Tortuga y comienza una vida como pirata. Sus dotes de liderazgo le permiten ascender pronto al rango de capitán y llega a tener más de 2.000 hombres a sus órdenes. Son famosas sus expediciones a ciudades como Trujillo, Cumaná, Capeche o Gibraltar. Hacia 1680 se acoge a una patente de corso del estado francés, bajo la que realiza sus últimas misiones. Un buen día de 1686 fleta una nave de gran tonelaje, la carga con sus tesoros (es de los pocos piratas que no se pule su botín en alcohol y putas, sino que ahorra), inscribe como tripulación a sus compañeros más fieles y zarpa, desapareciendo de Tortuga y de la Historia. Alexandre Exquemelin, médico y filibustero, autor de una autobiografía llena de jugosos detalles sobre los piratas que conoció, asegura que De Grammont se retiró a una paradisíaca isla y murió viejo, rico y rodeado de «lindas muchachas» nativas.

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Pese a lo romántico de la historia, seguramente no te hubiera gustado conocerlas.
 

6- Piratas llamados Anne o Mary.
Contrariamente al mito creado en Hollywood sobre la presencia de mujeres en los barcos, hubo mujeres piratas. Y temibles. La de Mary Read es una historia alucinante: tras una juventud en la que se hizo por pasar por hombre y en la que combatió en varios regimientos, de viaje en un barco hacia las Antillas, los piratas apresan su nave. Pese a ir vestida de chico, pronto descubren que era mujer. Pero la han visto luchar y le ofrecen entrar en la tripulación. Hacia 1719, enrolada en al mando de Jack Calicó Rackham, conoció a la otra gran mujer pirata de esta historia: Anne Bonny. Anne se había casado con un marinero pobre y había ido a buscar fortuna a las Bahamas, donde conoció a Rackham, se enamoró de él y se unió por él a la piratería. Durante algún tiempo las aventuras de Bonny, Read y Rackham tuvieron en vilo al Caribe, y dispararon una procesión de cazapiratas a sueldo del gobernador inglés de Jamaica. Cuenta la leyenda que, cuando por fin fueron capturados, fueron precisamente Anne y Mary las últimas en sucumbir, luchando como leonas. Apresadas, ambas revelaron estar embarazadas (posiblemente de Rackham: hay quien asegura que se trataba de un triángulo amoroso bisexual). Mary moriría a los pocos meses en prisión. Anne desaparecería de la cárcel y de la historia, aunque se rumoreó que habría dado a luz en Norteamérica y vivido hasta edad muy avanzada.

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En aquella época, que «tu equipo» perdiera era otra cosa más seria
 

7- Pasear por la plancha, pasar por la quilla…
Robert Louis Stevenson fue quien popularizó en algunos relatos este método de acabar con los piratas amotinados: se asomaba una plancha por la borda y se obligaba al marinero, con las manos atadas a su espalda (a veces con los ojos tapados) a caminar por ella hasta caer al agua, donde perecería ahogado. Sin embargo, no hay pruebas fehacientes de que este método se empleara de modo habitual. Pasar por la quilla era un castigo tremendo: se ataba al marinero a un grueso cabo que se arrojaba por un extremo del barco y se recogía por el otro. El condenado debía aguantar la respiración mientras golpeaba con el casco, la quilla y los múltiples moluscos a ellos adheridos, capaces de destripar a un hombre. Sin embargo, ambos castigos eran extremos, y era más habitual dejar a los amotinados en un islote desierto, con una botella de ron y una pistola para que hicieran uso de ella cuando no aguantaran más el hambre, la sed o el sol.

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Torre de la catedral de Veracruz: una atalaya magnífica para el suicidio
 

8- Para bailar la bamba…
Una de las canciones más famosas del mundo procede de la Veracruz del siglo XVII, época de la que es original esta canción. Lo que es menos conocido es el significado de su letra: tras un ataque del pirata Laurens de Graaf, «Lorencillo», el gobernador de Veracruz decide fortificar la plaza y reclutar (por la fuerza) marineros entre la población civil. La canción es una protesta contra toda esta «bambarria» y contra el reclutamiento forzoso. El protagonista de la historia protesta que él no es marinero sino del ejército de Tierra («capitán»):

Yo no soy marinero
Soy capitán, soy capitán, soy capitán…

La canción habla de cómo muchos jóvenes preferían suicidarse arrojándose desde el campanario de la catedral, donde habían sido concentrados, antes que morir en el mar:

Ay, arriba, y arriba y arriba iré…

Se decía que para arrojarse desde el campanario había que subir dos escaleras: una más larga, para llegar hasta el campanario, y otra más corta, para llegar hasta la cúpula:

Para subir al cielo se necesita
Una escalera grande
Una escalera grande y otra chiquita,
Ay, arriba y arriba…

Hay una versión más lúgubre de esta canción: la que asegura que se trata de la súplica de un pirata condenado a la horca. De ahí que asegure ser capitán (por el mejor trato dispensado a éstos frente a la tripulación). Según esta versión, las dos escaleras serían el cadalso (la grande) y la trampilla de caída de la horca (la pequeña). «Bailar la Bamba» adquiriría el mismo tétrico significado que «bailar la jiga de Tyburn»: el pataleo final del ahorcado.

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Si algo hay que reconocer a los piratas es que no precisaban mucha sutileza
 

9- Una calavera con dos fémures
La hemos visto en mil películas de piratas, como enseña anarquista, como escudo no oficial del St. Pauli FC… y sin embargo, muchos no conocen su nombre ni su origen. La Jolly Roger se suele representar como un lienzo negro con una calavera y dos fémures (a veces, dos sables de abordaje) entrecruzados tras ella o debajo. Sin embargo, en su origen no era negra, sino roja, y su primer nombre fue le Jolie Rouge («la hermosa roja»). El rojo, color del peligro por excelencia, indicaba a las tripulaciones enemigas que, de no rendirse de inmediato, no se tendría piedad con ellos. La enseña negra con los huesos apareció posteriormente en el Caribe, se cree que con elementos prestados de cofradías religiosas o símbolos de cementerios. Cada capitán tenía una, personalizada, pero todas tenían el mismo significado: rendíos o morid.

10- Para saber más…

No me cansaré de decir que La isla del tesoro es la mejor novela jamás escrita, y mal viento se lleve a quien afirme lo contrario. Pero si además de novelas, quieres leer algo con auténtico sabor marinero, a ron, brea, pólvora y sangre, te recomiendo los siguientes libros:

Los Hermanos de la Costa: Piratería libertaria en el Caribe, por Bernardo Fuster. Ed. Garaje, col. Géneros, Madrid, 2009.
Mujeres en el mar: Capitanas, corsarias, esposas y rameras, por David Cordingly, Ed. Edhasa, col. Terra Incógnita, Barcelona, 2003.
Los piratas de América, por Alexander O. Exquemelin, Ed. Linkgua, Barcelona, 2009.
El cazador de piratas: la historia secreta del capitán Kidd, por Richard Zacks, Círculo de Lectores, Barcelona, 2004.

4 comentarios en “Piratas: un paseo por la plancha

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