Contra los 80, o La generación del desaliento

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No nos engañemos: pertenecer a la Generación X es una mierda. Si naciste entre los años 60 y principios de los 80 perteneces a ella, te guste o no. Y, te guste o no, compartes con ella, en mayor o menor intensidad, una buena parte de sus rasgos. En mi caso personal, demasiados.

1.- El tapón

Para comprender muchos de los problemas de mi generación es necesario conocer un poco las características más llamativas de la generación anterior, la de los Baby Boomers, es decir, la de nuestros padres. Los nacidos durante o inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, e incluso durante la década posterior, se encontraron con un mundo completamente nuevo, en el que las certezas de sus progenitores (aquellas por las que habían matado y muerto en dos conflictos mundiales) ya no significaban nada.

Los Baby Boomers fueron la primera generación del Rock’n’Roll, de la cultura pop, de medios de comunicación creados expresamente por y para ellos: revistas como Rolling Stone, clubes míticos como el CBGB, festivales como Monterrey o Isla de Wight. Si lo sabemos es porque también fueron la primera generación en la que la realidad y el mito creado por los mass-media comenzaron a fundirse. Si pensamos en los 60 no pensamos en el día a día, en las dificultades económicas, la caspa, el machismo recalcitrante o el omnipresente humo de tabaco: pensamos en el flower-power, la Marcha sobre Washington, Jimi Hendrix, los Panteras Negras, los chicos quemando los carnets de reclutamiento para no ir a Vietnam o, en el caso español, de las carreras entre barbudos y grises, el PSUC (al que todo el mundo pertenecía) y llibertat-amnistia-i-estatut-d’autonomia.

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Los de la Generación X crecimos escuchando estas batallitas

Esto es así porque la generación de los Baby Boomers fue la primera en crear su propio mito. La eclosión creativa de los años sesenta y setenta no tiene parangón en la historia popular de Occidente, pero se la puede ver, en retrospectiva, como la fabricación de una realidad alternativa, más poderosa que la realidad física; de ahí que durante tanto tiempo corriera la broma de «yo estuve en París en el 68»: si todos los que dijeron esa frase hubieran estado allí realmente, París hubiera tenido más de 200 millones de habitantes durante aquel mayo.

La generación de los Baby Boomers, además, fue, como su nombre indica, muy numerosa. Pese a que en su mitología aparece la píldora anticonceptiva en el mismo montaje editado en que las mujeres queman sus sujetadores y levantan el puño (con música de Bob Dylan), lo cierto es que los Baby Boomers fueron muchos, muchísimos: solo en EEUU, entre 1945 y 1964 nacieron 76 millones de niños. Esto es importante, porque a los Baby Boomers se los ha llamado en muchos sitios, entre ellos España, «La generación tapón».

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El momento mágico: una cámara captando la creación mitológica de una generación

2.- Los taponados

Los principales perjudicados por este atasco generacional hemos sido los pertenecientes a la Generación X. Nacidos en un mundo analógico pero pronto seducidos por los cantos de sirena de la TV adolescente, los videojuegos y una nueva cosa llamada Internet, los miembros de nuestra generación heredamos un mundo sin posibilidades reales de ascenso social, porque todos los puestos de poder estaban ya ocupados. Heredamos un mundo en el que el Muro de Berlín se vino abajo antes de que muchos de nosotros supiéramos siquiera qué era, y eso, unido al ascenso de la ultraderecha neoliberal encarnada en Reagan y Thatcher, nos convirtió, en el mejor de los casos, en mileuristas.

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Ellos tuvieron a Dylan, mayo del 68 y Kerouac. Nosotros… esto.

La Generación X ha sido apodada también «La Generación Perdida» (como la de aquellos que murieron en masa en las guerras mundiales) porque esta falta de posibilidades reales de acceder a buenos empleos nos ha convertido en eternos adolescentes: sin dinero suficiente para formar familias estables, apáticos en lo político, acojonados en lo sexual por la aparición del sida, y desengañados tras ser la generación más preparada (la generación con más universitarios, másters, posgrados y demás zarandajas) de la historia sin que sirva para nada. Somos la generación mileurista, criada mirando la televisión y atrapada entre dos mundos, el analógico y el digital, pero sin pertenecer a ninguno de ambos. Somos la generación del divorcio, la de las madres profesionales solteras, la generación que no cree en nada.

Somos unos mierdas. Va siendo hora de admitirlo.

Unos mierdas, además, incapaces de crear su propia mitología, porque hemos crecido devorando videoclips de la MTV hechos por una generación anterior, pensados escrupulosamente por ejecutivos de marketing Baby Boomers para tenernos entretenidos. Y quien dice videoclips dice también películas, libros y, en general, casi toda forma de cultura que pudiéramos reclamar como propia. La última gran explosión contra el sistema, el punk, había muerto mientras nosotros aprendíamos a gatear. Y el grunge fue un punk de diseño: un punk MTV.

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No se preocupe, Sr. Reagan. Estarán perfectamente distraídos.

3.- El desaliento

Desde hace unos años asisto, acongojado, a una explosión de nostalgia de los 80. Desde hace unos años veo nuevamente horrores que pensé que no volveríamos a ver por las calles, como tejanos láser, hombreras, pantalones sobaqueros, chaquetas bomber y chándales de Naranjito. Los hipsters vuelven a arremangarse los bajos de los pantalones hasta el tobillo, se vuelven a llevar las zapatillas J’Hayber, las aceras de Barcelona se ven invadidas por viejas bicis BH y Orbea Furia y películas como Super 8 compiten con series como Stranger Things o The Goldbergs por hacerse con los euros derivados de nuestra nostalgia. Hasta he visto, aquí y allá, chavales con zapatos náuticos.

Ocurre que, en primer lugar, este regreso a los 80 es solamente estético. Éramos jóvenes, así que molaba. Podíamos cascarnos 13 pajas en un día, así que molaba. No teníamos que pagar impuestos, así que molaba. Joder. Al menos Muchachada Nui, gran introductora de esta retronostalgia en España, lo hacía en cachondeo.

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Otro momento definitorio de una generación: admitir que todo era mentira.

Ocurre que este regreso a los 80 está protagonizado, una vez más, por otra generación. Para ser exactos, los que compran este falso mito ochentero pertenecen en gran medida a las generaciones Y y Z, es decir, los millenials. Personas que no vivieron esos años y a las que, por lo tanto, los recuerdos de cómo era en realidad todo no les impiden seguir comprando.

Ocurre que este regreso a los 80 está dando dinero millennial a la generación Baby Boomer. Todavía. Y esto es lo que más me molesta. Mucho más que las muecas exageradas de Winona Ryder en Stranger Things; mucho más que el recurso a E.T. o Regreso al futuro de The Goldbergs.

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Buscando a E. T. desesperadamente

Me molesta comprobar que, treinta años después, las cosas siguen, en gran medida, igual que entonces. La generación tapón sigue taponando, las generaciones posteriores a la nuestra arrasan con realidades que nosotros ni conocemos ni conoceremos, y entre tanto, la Generación X sigue sumida en el desaliento, la apatía, los sueldos de mierda y la imposibilidad de llevar una vida adulta.

Eso sí, de vez en cuando escribimos en blogs.

3 comentarios en “Contra los 80, o La generación del desaliento

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