Científicos y Ficción: ¡Inmersión!

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Los seres humanos hemos creado aparatos diversos para un mismo fin, viajar, en función del medio. Por aire, ultraligeros, aviones con y sin motor, autogiros, helicópteros… por tierra, desde carruajes de caballos hasta las más atrevidas motos japonesas, pasando por cientos de diseños de coches de todo tipo. Incluso para el espacio nos hemos dotado de diferentes ingenios, desde cápsulas a transbordadores reutilizables y estaciones espaciales. Por mar, sin embargo, no hemos sido tan creativos, y los diseños de las embarcaciones fueron prácticamente los mismos, ahora con vela, ahora con motores de diversa índole, hasta aproximadamente mediados del siglo XIX.

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El «Nautilus» de Fulton, tecnología punta del siglo XVIII
 

La idea de un buque capaz de navegar bajo el agua permaneció dentro del reino de la ficción durante bastante tiempo, y aun hoy en día posee cierto componente de aventura, no exenta de tintes trágicos. Los primeros diseños de naves capaces de navegar bajo el agua datan del siglo XVI: campanas de inmersión ligadas a barcas que, desde la superficie, las arrastraban de un lugar a otro. Sin embargo, no sería hasta 1776, en medio de la Guerra de Independencia americana, que el primer aparato digno de considerarse un «submarino» viese la luz: el Turtle, construido por David Bushnell, intentó hundir un barco inglés y, aunque fracasó, logró al menos huir de sus perseguidores. El Turtle funcionaba a pedales, al igual que el Nautilus de Robert Fulton, diseñado en 1800.

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Los alegres chicos de Alabama dando un nuevo sentido a lo de «Profundo» Sur
 

Desde ese momento, diversos inventores (alemanes, franceses, americanos y españoles) intentaron con escasa fortuna surcar los mares bajo la superficie. El Brandtaucher de Bauer y el Garcibuzo de García-Sáez fueron precedentes inmediatos del primer submarino militar de la historia en hundir un barco: el Hunley, del Ejército Confederado, que adhirió una mina a la goleta unionista USS Housatonic. Amantes del steampunk, tomad nota: el Ejército sudista contó con una numerosa (e ineficaz) flotilla de submarinos.

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El «Plongeur», lento, ineficaz y ruidoso, pero con un estilazo impresionante
 

El primer submarino a motor fue francés: el Plongeur contaba con un motor de aire comprimido y un diseño que haría las delicias de cualquier amante de la ciencia ficción. Pero para llegar al submarino moderno hemos de mirar hacia Barcelona: el Ictíneo II, de Narcís Monturiol, construido en 1864, funcionaba con un motor a vapor de 6 CV de potencia. Dado que el motor de vapor era ineficaz bajo el agua, empleaba un motor de inmersión que consumía clorato potásico, zinc y peróxido de manganeso. Se trataba de un motor que, en su combustión, liberaba oxígeno que se podía emplear para la tripulación. Pero éste nunca ha sido un país para científicos, y Monturiol vio su proyecto truncado cuando, pese a las exitosas demostraciones en el puerto de la Ciudad Condal, no logró interesar a la Armada española.

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Réplica del «Ictíneo I» en el Museu Marítim de Barcelona: es imprescindible mirar por la escotilla
 

Entonces acude en auxilio de los científicos la ciencia ficción: para ser concretos, Julio Verne publica, en 1870, 20.000 leguas de viaje submarino, una novela que ha cautivado generaciones de lectores y que impulsó el campo de la navegación submarina más que mil motores diesel juntos. Hubo, de repente, una carrera armamentística entre las potencias europeas, liderada por ingleses y suecos. Pagaría por ver cómo se excusaron, en aquel momento, quienes despreciaron el invento de Monturiol, pero éste había fallecido en 1885 y fue Isaac Peral quien construyera el primer submarino militar español, el Peral, que cuenta con el (dudoso) honor de haber lanzado por primera vez un torpedo con éxito.

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U-Boot alemán, concretamente el Tipo VII, uno de los más comunes y letales
 

No sería hasta el siglo XX que los submarinos se convirtieran en una realidad: la invención de los motores diesel y de mejores motores eléctricos facilitaría la carrera armamentística entre las potencias de la Primera Guerra Mundial, cuando verían la luz los U-boot alemanes, que hundieran en 1915 el RMS Lusitania. Mucho se ha hablado de la guerra submarina del siguiente conflicto bélico mundial, y es historia conocida ya el posterior papel estratégico de los submarinos de propulsión nuclear con armamento atómico durante la Guerra Fría. Sin embargo, cabría recordar que algunos de los mejores momentos de la ciencia ficción se desarrollan bajo el agua.

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El «Nautilus» de 1954, en glorioso technicolor y esplendorosos efectos especiales
 

Como ya hemos dicho antes, todo comienza en 1870 con 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne. El Nautilus del Capitán Nemo era una máquina formidable y el sueño húmedo de todo amante del steampunk: su motor era eléctrico y alcanzaba los 50 nudos bajo el agua (los mejores submarinos alemanes de la 2ªGM no llegaban a 18); tenía doble casco y podía descender a simas de fosas abisales (algo que aún hoy en día sólo algunos sumergibles logran). El Nautilus aparecería en otra novela de Verne, La isla misteriosa, a modo de «Deus ex Machina» salvador para sus protagonistas. En el cine, la mejor adaptación sigue siendo la de Richard Fleischer (1954), con un espectacular diseño del navío, obra del artista Harper Goff, que bebe directamente del Plongeur del siglo xix.

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A esto se lo llama «emerger con clase, estilo y elegancia»
 

La siguiente encarnación del Nautilus, también espectacular y ciertamente steampunk, sería en el cómic La Liga de los Hombres Extraordinarios, de Alan Moore y Kevin O’Neill. Con un inolvidable diseño basado en el mítico kraken, O’Neill otorga al legendario submarino un aura de leyenda de la que carece su contrapartida cinematográfica, más similar a un navío de la primera guerra mundial, anguloso e inspirado en el art-déco.

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El «Seaview», o «aquella época en que teníamos fe en la energía atómica»
 

Otro submarino que tuvo un impacto en la cinematografía del género fue el Seaview, un submarino atómico (pongámonos en la época en que esto sonaba terriblemente emocionante) comandado por el almirante Harriman Nelson, el iconoclasta marino que lo había diseñado. En Viaje al fondo del mar (1961) el Seaview se enfrenta ni más ni menos que al incendio de los cinturones de Van Allen, que amenaza con destruir a la humanidad enterita. La película fue un éxito absoluto y generó una serie de TV de cuatro temporadas que se ha convertido en todo un clásico catódico. Creada por Irwin Allen (Perdidos en el espacio) retomaba gran parte de los personajes del filme con nuevos actores y un submarino un poco más estilizado.

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El «Proteus», atrapado en el tráfico de glóbulos rojos de primera hora de la mañana
 

En 1966 un submarino descendió a profundidades hasta entonces jamás exploradas por nadie: concretamente, las del cuerpo del genio científico Jan Benes, en Viaje Fantástico (también de Richard Fleischer). Concretamente, el Proteus y toda su tripulación (entre ella, una Raquel Welch que pasó del anonimato a la fama mundial gracias a la película) eran miniaturizados y contaban con un plazo de una hora para salvar al científico desde dentro de su cuerpo… o regresar a su tamaño normal y… bueno, ya os lo imagináis. Un clásico.

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El diseñador del «SeaQuest DSV» tenía hambre aquella mañana
 

Dejadme, por último, que haga una mención a una de las series con peor suerte de la historia: SeaQuest, un ejemplo clásico de por qué todo buen friki debe odiar a los ejecutivos encorbatados de las productoras: un concepto interesante, con tintes ecológicos y dramáticos, con una buena carga psicológica y excelente diseño artístico, destrozado en menos de un año por imposiciones tan absurdas que hicieron que al final de la primera temporada sólo quedaran tres miembros originales del reparto… que acabarían yéndose. Una pena porque me gustaba ese submarino con pinta de sepia, la verdad.

4 comentarios en “Científicos y Ficción: ¡Inmersión!

  1. El Submarino de Isaac Peral, además de haber inventado el primer submarino autopropulsado y haberlo lanzado en condicions y ¿con exito?, tiene el grandísimo honor de ser el primer submarino eléctrico de la história. Es más, para poder funcionar, Isaac Peral invento las baterías (no las pilas) tipo coche, para que funcionara.
    Pero para desgracia «tipical spanish», el ejército español no pantentó nada de lo que su oficial, Isaac Peral hizo, por lo que las baterías, el torpedo y el propio submarino de propulsión eléctrica, fueron copiadas y pantentadas posteriormente por diferentes personajes y paises (Alemania, Francia, Estados Unidos,…) Una lástima, pero como «tipical spanish»

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